miércoles, 9 de septiembre de 2009

Viceversa - cuentistico sin errores

Viceversa

Justo cuando salgo de clase, la veo a Maru pasar corriendo ¿Qué pasa? Me ve y me dice que me andaba buscando. Lo único que quería era poder fumarme un pucho tranquila después de sufrir ese ataque meta lógico. Me dice que mañana no hay clases, que tomaron la facultad o algo así. What the fuck? Lo llamo a Benja y le cuento; feliz porque no tenemos parcial, pero más feliz y emocionado me dice “¿Por qué no hacemos la toma de la toma?, sabes que ya no soporto a estos zurdos en la facultad.”
Nos encontramos en la parada del 44, nos saludamos, se le nota en la cara una cosa de felicidad malévola. Yo sé que Benja piensa que dos gatos locos van a hacer la revolución. Yo sólo voy porque no tengo nada más interesante que hacer. Aunque… bien podría ponerme a leer a Heiddegger con su maldita idea del ser. La verdad que no lo entiendo, no entiendo qué quiere decirme cuando reclama que, hasta ahora, la filosofía se hizo mal la pregunto por el ser. A quien le importa. Y sí, a todos los que decidimos someternos a esa facultad, a todos nos importa, inclusive a mí que no me importa.
Llegamos a la calle del destino, Puan 480,  y como era de esperar, nada, bancos, gente, yerba, birra, gente, papelitos, gente, hablando, siendo sociables, presenciando la toma, siendo parte de ella, sintiéndose importantes. Entramos, nada que ver con la imagen de la calle. La facultad esta desierta, carteles por todos lados, mas de lo habitual. “Benja, vení que voy al baño, no te quedes solo por acá, ¡te van a agarrar!” pasamos por el patio, no hay nadie, no, en realidad están los de siempre, con guitarra porro y barba, están pegados al patio así que en realidad no hay nadie. No se puede subir las escaleras, las taparon con bancos. Realmente parece una escena de película –todavía más, ¡parece un cuento de Cortazar!-, pero no, es lo que está pasando. La escalera principal esta habilitada, subimos…nadie. Voy al baño, hay unas chicas que hablan y hablan sobre no se que partidito se les puso en contra de la toma y esto y el otro. Les digo que parece que están viniendo los del noticiero, ¡que bajen!. Para lograr nuestra misión no tiene que haber nadie.
Le cuento a Benja que escuche que en una hora se hace la asamblea, que nos tenemos que apurar. Planeamos, de abajo para arriba, yo la parte izquierda del edificio, y él la derecha, planeamos. Simplemente sacar todo cartel que exista. No más partidos, no más interrupciones de clases, no más elecciones, no más gente dando vueltas sin rumbo por Puan, la utopía del mundo. El submundo que creamos entre nosotros dentro de ese lugar. Queríamos hacerlo nuestro.
Cuando nos encontramos en el 3º piso, ya no quedaba nada. Estaba hecho. Pero Benja quiso ir más allá, y de la nada, la guerra ya no era fría. Sacado, dio empujones y tiro todos los bancos. Los ruidos eran de guerra. La gente se empezaba a escuchar. Los periodistas gritaban “¡Bomba!”, corrimos, nos escondimos en un aula. Nos mirábamos felices y asustados. Pero triunfantes. No importaba morir por la causa. Ya ni importaba ser continentales o analíticos. Al final éramos iguales a ellos.