Viceversa
Justo
cuando salgo de clase, la veo a Maru pasar corriendo ¿Qué pasa? Me ve y me dice
que me andaba buscando. Lo único que quería era poder fumarme un pucho
tranquila después de sufrir ese ataque meta lógico. Me dice que mañana no hay
clases, que tomaron la facultad o algo así. What
the fuck? Lo llamo a Benja y le cuento; feliz porque no tenemos parcial,
pero más feliz y emocionado me dice “¿Por qué no hacemos la toma de la toma?,
sabes que ya no soporto a estos zurdos en la facultad.”
Nos
encontramos en la parada del 44, nos saludamos, se le nota en la cara una cosa
de felicidad malévola. Yo sé que Benja piensa que dos gatos locos van a hacer
la revolución. Yo sólo voy porque no tengo nada más interesante que hacer.
Aunque… bien podría ponerme a leer a Heiddegger con su maldita idea del ser. La
verdad que no lo entiendo, no entiendo qué quiere decirme cuando reclama que,
hasta ahora, la filosofía se hizo mal la pregunto por el ser. A quien le
importa. Y sí, a todos los que decidimos someternos a esa facultad, a todos nos
importa, inclusive a mí que no me importa.
Llegamos
a la calle del destino, Puan 480, y como
era de esperar, nada, bancos, gente, yerba, birra, gente, papelitos, gente,
hablando, siendo sociables, presenciando la toma, siendo parte de ella, sintiéndose
importantes. Entramos, nada que ver con la imagen de la calle. La facultad esta
desierta, carteles por todos lados, mas de lo habitual. “Benja, vení que voy al
baño, no te quedes solo por acá, ¡te van a agarrar!” pasamos por el patio, no
hay nadie, no, en realidad están los de siempre, con guitarra porro y barba,
están pegados al patio así que en realidad no hay nadie. No se puede subir las
escaleras, las taparon con bancos. Realmente parece una escena de película
–todavía más, ¡parece un cuento de Cortazar!-, pero no, es lo que está pasando.
La escalera principal esta habilitada, subimos…nadie. Voy al baño, hay unas
chicas que hablan y hablan sobre no se que partidito se les puso en contra de
la toma y esto y el otro. Les digo que parece que están viniendo los del
noticiero, ¡que bajen!. Para lograr nuestra misión no tiene que haber nadie.
Le
cuento a Benja que escuche que en una hora se hace la asamblea, que nos tenemos
que apurar. Planeamos, de abajo para arriba, yo la parte izquierda del
edificio, y él la derecha, planeamos. Simplemente sacar todo cartel que exista.
No más partidos, no más interrupciones de clases, no más elecciones, no más
gente dando vueltas sin rumbo por Puan, la utopía del mundo. El submundo que
creamos entre nosotros dentro de ese lugar. Queríamos hacerlo nuestro.
Cuando
nos encontramos en el 3º piso, ya no quedaba nada. Estaba hecho. Pero Benja
quiso ir más allá, y de la nada, la guerra ya no era fría. Sacado, dio
empujones y tiro todos los bancos. Los ruidos eran de guerra. La gente se
empezaba a escuchar. Los periodistas gritaban “¡Bomba!”, corrimos, nos
escondimos en un aula. Nos mirábamos felices y asustados. Pero triunfantes. No
importaba morir por la causa. Ya ni importaba ser continentales o analíticos.
Al final éramos iguales a ellos.
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